Stefano vive en Tolosa y trabaja en varios prototipos junto a ingenieros. Colecciona revistas antiguas y miniaturas del VW “Escarabajo”. Un accidente en karting inspiró uno de sus proyectos

Hay que tener cuidado al caminar por la casa de Stefano Marconi Sgrois. Hay que tener cuidado porque cuando la atención esté completamente concentrada en los estantes en los que se lucen, minuciosamente ordenados, decenas de autos de colección, o cuando los ojos se posen en los pósters de algunos modelos de carrera que ambientan el living familiar, o cuando la curiosidad se detenga en alguna de las revistas que apilan historias de motores y carrocerías, todo puede terminar en un resbalón.

En esta casa de Tolosa, los autos están en los estantes, en los pósters, en las revistas, pero también se asoman, diminutos, debajo de la pileta del baño, o en el resquicio que queda entre la heladera y el piso. Perdidos hasta que una escoba los descubra y los ponga en su lugar, o hasta que Stefano, que tiene 8 años, los encuentre y vuelva a jugar con ellos.

“Los autos son mi pasión, desde chiquito. Mi abuelo Salvador tiene esa pasión también desde chiquito, y mi abuela Alicia es fierrera”, le dice Stefano a Infobae. Su habitación, que tiene desde un casco de carreras hasta su colección de miniaturas de Volkswagen Escarabajo y un auto a escala que le firmó Juan María “El Flaco” Traverso, es también el lugar en el que Stefano estudia para meterse cada vez más en el mundo de los autos. Hay un pizarrón con la fórmula matemática que permite calcular la cilindrada de un vehículo y pilas de revistas que califican autos de ayer y de hoy respecto de su seguridad, su motor y su estética.

Stefano no es un nene como los demás. Mientras cursa tercer grado, es el ideólogo de un auto deportivo en el que trabaja junto a ingenieros, mecánicos y chasistas; también trabaja en un proyecto de seguridad para kartings del que ni él ni los adultos que lo rodean cuentan mucho: dicen que es confidencial y que va a revolucionar la experiencia de quienes manejan ese tipo de vehículos. Stefano quiere que nadie pase por lo que él pasó: cuando tenía cinco años, en un kartódromo de La Plata, tuvo un accidente que no fue grave pero del que no se olvida.

“A los siete meses, Stefano decía no sólo ‘mamá’ y ‘papá’, sino que también respondía con monosílabos. Al añito hablaba claro y al año y medio veía las revistas de autos de su abuelo y pedía que le leyéramos”, cuenta Adrián Marconi, su papá. Unos meses después, algo llamó su atención y la de Paola, la mamá de Stefano: “Íbamos por la calle y de repente reconocía: un Fitito, un Renault 4, un Renault 12”.

Las pruebas que confirmaron que Stefano es un niño con altas capacidades llegaron a sus cinco años, y con esas pruebas llegaron también la convicción de que podía estudiar por fuera de lo esperado para un chico de su edad y, a la vez, de que debía mantener una vida en la que la infancia no se esfumara. “Equilibrar la crianza de un chico con altas capacidades es un desafío muy grande, porque por un lado no querés que deje de ser un niño y, a la vez, tenés que alimentar al genio”, cuenta Adrián.

La insistencia de que Stefano no dejara de ir a la escuela a la que iba desde antes de que detectaran sus altas capacidades fue sobre todo de Paula, su mamá. “Es muy importante que Stefano siga viniendo porque es importante que sea un nene que aprende con sus pares, que sale al recreo y juega, y que también aprende a gestionar su enojo cuando se frustra, algo en lo que trabajamos mucho y en lo que fue aprendiendo a, por ejemplo, salir del aula, dar una vuelta al patio, respirar, hablar de lo que lo enojó y volver a entrar”, describe María Pastora Faraudello, la directora del colegio parroquial de Tolosa al que Stefano va desde el jardín de infantes.

Allí saluda a todos, con una sonrisa y con un beso, cada vez que llega. Y a todos los que entran al aula les hace la misma pregunta: “¿Cuál es tu auto favorito?”. A Pastora le dijo que su Ford Ka no tiene un gran motor. Al representante legal del colegio le recomendó que cambiara su auto porque no tiene grandes prestaciones de seguridad. Y a Adriana Aguirre, su maestra, la dejó sin palabras: “Me preguntó por mi auto y yo no sólo que no tengo auto, ni siquiera sé manejar”, se ríe la docente.

“Stefano suele aburrirse con los contenidos destinados a tercer grado, por eso le pienso actividades extra y que estén relacionadas a sus intereses. En los enunciados de un problema matemático le pongo que calcule, por ejemplo, los kilómetros que recorrió un auto. Y para leer, como él está leyendo textos más complejos como Harry Potter, le doy algo sobre eso para que no se aburra”, cuenta Adriana. Alguna vez se encontró con que, en un ejercicio en el que había que poner adjetivos calificativos sobre los personajes de un cuento, Stefano prefirió adjetivar distintos modelos de auto: “Estaban bien, así que aprobó”.

Este niño de ocho años, además de asistir a la escuela primaria, ya hizo cursos de mecánica y de ingeniería aplicada a los autos. Conoció a Rubén Fangio, uno de los hijos del quíntuple campeón mundial argentino, y estuvo en contacto con el diseñador y empresario automovilístico Horacio Pagani, nacido en Argentina y radicado en Italia. Hace unos meses, fue declarado Personalidad Destacada de La Plata por el Concejo Deliberante de esa ciudad.

“La juguetería”, le llama Stefano al taller mecánico de Juan Teppa, uno de los que visita frecuentemente para habitar su mundo preferido. Su primer acercamiento a un taller fue cuando tenía tres años. Desde la ventanilla de la camioneta familiar, vio un auto antiguo que le llamó la atención y que no dudó en identificar: era un Oldsmobile, un ejemplar rarísimo en la Argentina. Quiso bajar, mirarlo más de cerca. Del taller en el que estaba estacionado el auto de colección salió Roberto Ulibarri, ingeniero mecánico especializado en transmisiones automáticas e híbridas.

“Es el mejor profesor del mundo”, dice Stefano sobre Roberto, que se acerca a los ochenta y comparte horas de taller y de estudio con el niño fascinado por los autos. “Ese día le abrí el Oldsmobile, subió, se sacó fotos. Y ahí empezó nuestra amistad. Stefano es sumamente inteligente y curioso, todo el tiempo hace preguntas guiadas por esa curiosidad que lo hace querer saber cada vez más”, define Roberto.

Esa curiosidad y el conocimiento que va adquiriendo, dicen también Juan Teppa y Marcelo Di Matteo, ingeniero electricista, guían las instrucciones que Stefano les da para diseñar el auto que tiene en su cabeza. “Él nos va indicando: dice dónde quiere el motor, cómo quiere que sea la transmisión, y está pensando en cómo lograr aumentar los caballos de fuerza del auto. Estamos trabajando en un prototipo de un superdeportivo y Stefano es el ideólogo”, cuenta Teppa.

Di Matteo agrega: “Todo lo que él pide es sostenible desde la ingeniería y la mecánica; son desafíos que nos va planteando porque lo hace desde una mirada innovadora, que tiene que ver con que es una mirada joven y que piensa en armar un auto de una manera que no es similar a la que estamos acostumbrados”.

Adrián Marconi se emociona ante la pregunta sobre el futuro de su hijo. Sobre el presente, dice que hay que “seguir equilibrando la vida del niño y del genio”. Y sobre lo que viene, llora, acaricia la cabeza de su hijo, y dice: “Lo más importante es que tenga una buena educación y que nunca pierda la humildad. A Stefano le gusta mucho el ajedrez y sabe que, después de la partida, el peón y el rey duermen en la misma cama. Mi deseo es que con buena educación y con humildad pueda cumplir todos sus sueños”.

Stefano también responde la pregunta sobre qué se imagina. No duda y dice: “Me imagino entrando a mi fábrica de autor, ser inventor e ingeniero. Trabajar ahí y después,arriba de un auto inventado por mí, irme directo al equipo de Fórmula 1 a entrenar”.
Cuando sueña despierto, imagina una vida dedicada a su pasión, esa que se nota en cada metro cuadrado de su casa y en sus conversaciones en la escuela, en el taller de algún maestro, en las recomendaciones sobre seguridad, motores y potencia que regala a quien le consulte. Cuando se va a dormir, se abriga con una frazada de Cars. Esa historia en la que lo que más importa en el mundo son los autos.

Entrevistas: María Belén Etchenique y Julieta Roffo / Producción audiovisual: María Belen Etchenique / Realizador: Gastón Taylor / Edición: Leonardo Senderovsky